José Carlos Requena

En breve, cuando el mes patrio termine de instalarse, la discusión política entrará a un período clave de definiciones. Varios procesos terminarán de decantarse para dibujar un nuevo trazo sobre el que se asiente la crónica precariedad. Solo una revelación descomunal podría perturbar el nuevo esquema, signado por la generalizada aspiración de sobrevivencia.

Por lo pronto, los rumores sobre un eventual cambio de parecen tener asidero, aunque eso no necesariamente deba significar la ampliación del espectro político en el que se mueve la gestión de . De darse la renovación en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), esto implicaría algunas semanas de debate en torno del requerido voto de investidura, lo que ocupará la mayor parte del debate político.

En un potencial cambio en el Gabinete, también deberá verse la correlación de fuerzas que se esté dando. ¿Seguirá reduciéndose la influencia del portero más influyente del país o crecerá la de algunos ministros en funciones o salientes, como sugiere la documentada crónica de Fernando Vivas (El Comercio, 19/6/2022)?

Debe también ponerse atención a la sorpresa anunciada por el presidente Pedro Castillo para el mensaje a la Nación por Fiestas Patrias. Si bien puede ser parte de los habituales dislates o la verborrea vacía del primer mandatario, lo cierto es que el segundo discurso anual que debe presentar Castillo en el Congreso es una hoja en blanco, en la que puede abrirse un espacio ilimitado para la imaginación irresponsable.

Julio es también el mes antesala a la elaboración de la ley del presupuesto 2023, un plazo en el que el Ejecutivo puede empezar a utilizar su poder a discreción para impactar en las distintas unidades del Estado Peruano, incluyendo gobiernos subnacionales o unidades clave en los actuales tiempos, como la Fiscalía de la Nación. Hay que tener la atención fija en este proceso, que muchas veces se escapa del radar.

En el frente parlamentario, el oficialismo llega partido en cuatro, aunque no se avizora que se comporte de manera diferenciada en votaciones sensibles, como las que correspondan a una vacancia o algún otro proceso de control político. De hecho, haciendo sumas y restas, el oficialismo llega más fuerte que al inicio del actual Congreso: si se suman votos disidentes de otras bancadas o aparentes bancadas satélites, llega a algo más de 51 votos, una cifra similar a la de la oposición dura (50), muy por encima de la cifra que salva al mandatario de la vacancia (44).

Precisamente en el Congreso, debería verse el rumbo que toma la fragmentada oposición. Empiezan a plantearse dudas sobre el respeto a acuerdos a los que se arribó para la constitución de la actual Mesa Directiva y se empiezan a plantear espacios para vetos. De las cuatro agrupaciones que fueron parte del acuerdo para la conformación de la actual Mesa Directiva, solo Alianza para el Progreso (APP) y Avanza País mantienen cierta cohesión, mientras Podemos Perú no existe ya como bancada y Acción Popular está claramente fragmentado.

En este escenario de tanta segmentación, el rol que tomen las bancadas que pueden asegurar bolsones grandes de votos es vital. De las 13 agrupaciones (considerando aun las que no son bancadas), solo Fuerza Popular, Perú Libre, Avanza País y APP cumplen con tal rol, aunque han existido algunas disidencias que anuncian que la definición del vital liderazgo de la Mesa Directiva del Congreso será voto a voto.

En suma, el mes en que el presidente Castillo cumple un año en el cargo se acerca como un potencial parteaguas. Por supuesto, esta evaluación no está considerando los eventuales avances que puedan darse en el frente fiscal, de donde podría surgir el principal factor de perturbación al equilibrio precario que se presencia cotidianamente.

José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público