José Carlos Requena

Durante la jornada del martes 29, sorpresivamente se presentó la moción de en contra del presidente de la República, , elaborada por el congresista Edward Málaga (no agrupado). El pedido se había estancado hace algunas semanas en 66 firmas, según reportaba el portal .

La cifra que acompañó la moción de Málaga solo es ligeramente mayor a la del portal (67) y no debería ser una proyección de los votos acumulados. Es decir, no faltan solamente 20 votos. Como se recordará por casos relativamente recientes, las cifras se mueven hasta el último momento.

En diciembre del 2017, por ejemplo, la votación a favor de la vacancia de Pedro Pablo Kuczynski llegó a 79, lejos del umbral requerido (87). La disidencia al interior de Fuerza Popular (10 abstenciones que luego conformarían una bancada autónoma) recién se confirmó en el tablero electrónico que registraba la votación.

En noviembre del 2020, la vacancia exitosa de Martín Vizcarra empezó a consolidarse cuando el entonces mandatario acudió al Palacio Legislativo con un mensaje hostil. Vizcarra ya tenía en contra el hecho de no controlar directamente un solo escaño, aunque contaba con cercanía en algunos grupos parlamentarios. La abrumadora mayoría (105) provino de ocho de las nueve bancadas; solo el Partido Morado votó en su totalidad en contra.

El actual no tiene una bancada con un peso numérico como el que ostentó Fuerza Popular en el 2017 y el oficialismo no enfrenta la orfandad que tenía Vizcarra en el 2020. Hoy conviven un oficialismo fragmentado, aunque sólido (entre 45 y 50 votos), sectores que colaboran con este abierta o soterradamente (30-35 votos) y una oposición sin un norte claro (45-50 votos).

Este es el equilibrio que tendrá que romperse para que la vacancia sea una realidad. Para que eso pase, quedan muchas preguntas en el aire, que hacen que el escepticismo no sea antojadizo. Por ejemplo, ¿cuál será el destino de la vicepresidente Dina Boluarte, hoy fuera del Gabinete?

El Gobierno, que mantiene su hostilidad, puede parecer acorralado por el creciente aislamiento ocasionado por las presiones originadas en el frente fiscal y por decisiones políticas que dañarían alianzas o apoyos previos. Pero retiene el control de los recursos que el Ejecutivo ostenta, incluyendo el monopolio de la represión, el otorgamiento de puestos de trabajo, la asignación de presupuesto o las controversiales acciones en las que la DINI parece estar involucrada. No es poca cosa.

Habrá que ver la actividad que despliegan en los próximos días los interlocutores del oficialismo. Por ejemplo, la visita de la presidenta del Consejo de Ministros (PCM), Betssy Chávez, al Parlamento, ¿trajo consigo algún esfuerzo por contener las acciones opositoras para lograr votos para la vacancia?

Al cierre de esta columna, la contabilidad parece nuevamente estancada. Para lograr el umbral requerido, la oposición tendrá que mostrar una minoría suficientemente activa y clara, que la empuje a conseguir votos, para lo que tendrá que romper con la rigidez que en ocasiones muestra.

El desenlace, en cualquier caso, tendrá que darse en el Parlamento. La oposición enfrenta un momento crítico, para que el que parece no haber estado preparada. Los días que median entre hoy (cuando debería admitirse la moción de vacancia) y el lunes 12 (cuando el presidente o su abogado acudan al Parlamento) son cruciales, aunque el panorama no es muy alentador.

El país enfrenta, pues, una situación que parece inalterable. Como si se empeñara en recordar a Lucha Reyes cuando cantaba resignada: “Una pena más / Es una gota de agua en el océano para mí / Un fracaso más, qué importa”. Está en manos de la oposición parlamentaria cambiar este rumbo.

José Carlos Requena es analista político y socio de la consultora Público