(Foto: GEC)
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David Tuesta

¿Cómo se nos presenta la economía global? Esta viene mostrando señales mixtas, con una reducción en los choques de oferta, pero con una demanda aún resiliente que favorece el crecimiento y disminuye la posibilidad de recesión a corto plazo. A pesar de que la inflación viene remitiendo lentamente, el componente subyacente aún se mantiene alto y los mercados se han ajustado a la expectativa de un aumento de las tasas de interés por parte de los bancos centrales. Sin embargo, la reciente volatilidad financiera ha alterado estas perspectivas.

Cerrando la economía peruana el 2022 con una moderación en su crecimiento – salvado en parte por la actividad de Quellaveco, el 2023 empezó con una sincronía de “golpes”, en todo el sentido de la palabra. Partiendo del intento del expresidente Castillo por quebrar el orden democrático en el Perú, se colocaron en fila la incertidumbre política -que ya se hace una mala costumbre-, las protestas violentas, el bloqueo de carreteras y el ciclón Yaku. Así, ya habiendo cerrado el 2022 en una senda de desaceleración del crecimiento económico (2,7%), todo indica que el 2023 seguiremos la misma dirección del tobogán: bajando y bajando.

A lo anterior, se aúnan las perspectivas globales que moderan el crecimiento para este año. El consenso económico indica que la expansión de la actividad mundial apenas superaría el 2,5%, a pesar de los menores precios de la energía y la flexibilización de la política del COVID en China. No obstante, resalta la solidez del mercado laboral en varias de las economías desarrolladas que mantiene la inflación global subyacente elevada. Ante ello, es altamente probable que los bancos centrales mantengan sus tasas de interés en niveles altos por un período algo más prolongado. Así, si bien se anticipa que la FED puede haber alcanzado sus niveles máximos de subidas, esta mantendría una pausa en niveles altos para recién el 2024 entrar a una normalización de su política monetaria.

En Perú, las previsiones para los agentes económicos han tenido necesariamente que revisarse para incorporar la convulsión social y la incertidumbre política. Con lo cual, a pesar de la mejora en la perspectiva de crecimiento global, se espera que la economía peruana crezca muy probablemente por debajo del 2,0 % en 2023, contrastando con el optimismo típico del gobierno, el Banco Central y el Fondo Monetario Internacional. Programas de reactivación como “Con Punche Perú”, ayudarán a que el crecimiento no sea más bajo.

En relación con el mercado cambiario peruano, se espera que el Sol se deprecie en los próximos meses debido a una mayor aversión global al riesgo, una disminución del diferencial de tasas de interés entre soles- dólares y la toma de posiciones defensivas por parte de los inversores y el público. Se espera que el tipo de cambio oscile entre en torno a 3,85 al cierre de este año. En cuanto a la política fiscal, se espera que los ingresos del gobierno se mantengan estables, mientras que los gastos no financieros se moderen y aumenten los egresos por intereses, lo que llevará a un déficit fiscal de alrededor del 2,2% del PIB en los próximos años y un aumento de la deuda pública bruta. Mientras que, respecto a la inflación, se espera que disminuya a partir de marzo y cierre el año alrededor del 4,0%. La tasa de referencia del Banco Central, muy probablemente se mantenga en el actual 7,75% hasta que la inflación comience a disminuir. Se espera que el ente emisor peruano comience a recortar la tasa de referencia gradualmente en el último trimestre del año, cerrando el 2023 cercano al 7,0% y llevando la tasa a 5,5%-5,0% a fines de 2024.

Los inversionistas y la población deberán estar atentos a los evidentes riesgos externos y domésticos. En el ámbito global, hay un riesgo significativo de que la inflación presente una persistencia mayor, debido a factores como el dinamismo de los mercados laborales en el mundo desarrollado (Estados Unidos, como el principal ejemplo), los efectos de segunda vuelta, la recuperación post-COVID de la demanda en China o nuevas disrupciones causadas por la guerra en Ucrania. Todo ello, podría llevar a un endurecimiento monetario y, posiblemente, a una recesión, inflación-recesión o inestabilidad financiera.

A nivel local, los principales riesgos son que el entorno político y social sea más complicado de lo esperado, lo que podría debilitar aún más el ambiente para hacer negocios. Además, existe la posibilidad de que las anomalías climáticas actuales persistan y se intensifiquen, lo que podría resultar en un Fenómeno de El Niño de magnitud fuerte o mayor en el verano de 2024. Y, por supuesto, el escenario político, ya tan complicado, deja abierta la probabilidad de seguir empeorando y poner en riesgo cualquier previsión. Es que estamos en el Perú, no nos olvidemos.

David Tuesta es presidente del Consejo Privado de Competitividad

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