Enrique Planas

Para la fotografía que acompaña estas líneas, recorremos con el miraflorino parque Reducto, cuyo sentido de santuario histórico muchas veces olvidamos. El escenario lo eligió el mismo autor, como un guiño al coronel Belisario Ravines, veterano de la Guerra del Pacífico y tío del protagonista de su más reciente novela. El escritor aprecia los restos de trincheras y los cañones brillantes, mientras el tráfico impone su cortina sonora. “Últimamente, con quien converso más es con gente muerta”, nos dice. Ese parque es ejemplo de ese diálogo: imagina el ruido de las descargas, la sangre empozada de los defensores de la ciudad.

Dumett llegó a Lima esta semana para presentar su más reciente novela, “El camarada Jorge y el Dragón”, en Cajamarca, Cusco y Huancayo, antes de asistir a la feria del Libro de Lima. Contrario a las tendencias editoriales de iniciar la promoción desde el centro, el escritor prefiere emprender el camino del revés. Le interesa más la visión de la periferia. Y una de estas visiones es la del peruano Eudocio Ravines, (1897-1979), político cajamarquino que protagoniza su más ambicioso proyecto narrativo: desplegar el siglo XX peruano teniendo como eje al líder comunista y brazo derecho de Mariátegui en la revista “Amauta”, al némesis de Haya de la Torre y, posteriormente, al furioso anticomunista y sindicado agente de la CIA.

Dumett se interesó por Ravines tras leer una serie de documentos desclasificados que daban cuenta de sus informes a la Agencia Central de Inteligencia de las actividades del entonces presidente de la junta cívico-militar, Ricardo Pérez Godoy, su propio primo. El escritor sabía de su fama de traidor y de su mefistofélica inteligencia, por lo que decidió leer “La gran estafa”, como se titulan sus memorias, un clásico considerado el libro más importante escrito por un disidente comunista en castellano.

En las páginas iniciales, Ravines recuerda su infancia en Cajamarca, pintándola de forma bucólica y aburrida, una pequeña ciudad donde nada pasaba. Habla de su piadosa madre, de su padre tempranamente fallecido, y de su tío Belisario, quien lo acogió en su casa. Dumett creyó que esta información ocuparía tan solo unas líneas marginales de su proyectada novela, hasta que descubrió las investigaciones históricas sobre el bandidaje en Cajamarca a inicios del siglo XX, y especialmente, la masacre de campesinos dirigida por el propio Belisario Ravines en Llaucán, presionado por los terratenientes. Era un panorama completamente diferente, que Ravines había extirpado por completo de sus memorias. Estaba claro: la infancia de Ravines también daba material para una novela.

— A inicios del siglo XX, Cajamarca era entonces una ciudad expectante, cuyo potencial de desarrollo competía con Lima...

Así es. Era boyante. Es recién en la década del 30 cuando Lima se convierte en una verdadera capital. No olvidemos que Cusco tenía contacto directo con Buenos Aires, y estaba al tanto de lo que ocurría en Europa, como sucedía en Arequipa o Ayacucho. Cajamarca no era una excepción. Allí se desarrolló toda una cultura del bandidaje, había incluso terratenientes bandoleros, con gente a sueldo, “guapos” a su servicio. Era como el Far West. Toda esta precariedad y violencia, preparó el terreno para una masacre como la de Llaucán. Unos arrendatarios tomaron una hacienda cuyo dueño había triplicado el arriendo, y tras una serie de tires y aflojes, se le exigió al prefecto, el coronel Belisario Ravines, que sofocara la rebelión. El tío de Eudocio Ravines, héroe de la Guerra con Chile, quien luchó en San Juan de Miraflores y en Chorrillos, que había vencido en la batalla de San Pablo en Cajamarca, se convirtió en líder de la masacre de 300 personas, incluidos los hijos de los campesinos. Está claro que Cajamarca no era ese lugar bucólico que pintaba Ravines en sus memorias.

— ¿Cuánto crees que marcó esa masacre el pensamiento de Ravines?

De manera fundamental. Su tío trató de cumplir su deber, y en las maneras en que ocurrieron las cosas, posiblemente un estrés postraumático, vivido por la guerra, gatilló en su cabeza cuando se enfrentó a los invasores de la hacienda. Eso afectó profundamente al coronel, lo carcomió hasta matarlo. Y Ravines fue testigo de todo. Y decidió no sentir culpa por eso. Mucho tiempo después escribió, en 1957, un obituario por el senador Joseph McCarthy. Un texto brillante. Cuando todo el mundo lo consideraba un desgraciado, un borracho responsable de la caza de brujas en su país, Ravines escribe: “Yo me levanto ante este señor y le doy las gracias por los servicios prestados”. Para él, su único pecado fue haber nacido en el tiempo equivocado, lo consideraba un hombre de las Cruzadas, alguien que había combatido al mal. Para Ravines, su error no era el objetivo, sino el método. Decía que McCarthy se equivocó al pensar que el mal se combatía con métodos policiales, cuando más bien la batalla que debía darse era ideológica. Ese texto es una consecuencia de la toma de posición que marca el inicio de su vida. Él mismo se prefigura como un cruzado, un profeta, alguien predestinado a emprender la batalla por la salvación de la civilización. Es el San Jorge que pelea contra el dragón, la figura del mal. Y el mal, para él, puede ser la injusticia, el capitalismo, o luego el autoritarismo marxista.

— ¿Cuánto vive en la memoria popular de Cajamarca este episodio?

Yo estuve en Llaucán. Fui sin mayores esperanzas, porque me habían dicho que no quedaba nada de esa hacienda. Un policía me llevó donde un señor que conocía la historia, y este, que cuidaba las llaves de la iglesia, me mostró dentro de ella el lugar prominente donde conservan las reliquias de las víctimas de la masacre de 1914. La gente se acuerda. Ciro Alegría habla de ella en “El mundo es ancho y ajeno”. Motivó la renuncia del ministro del Interior de entonces. En estos tiempos contemporáneos de perpetua distracción, tenemos una memoria cada vez más selectiva. Pero este fue un hecho que remeció la conciencia del Perú. Fue la masacre más terrible ocurrida en Cajamarca en el siglo XX.

— Una historia que parece repetirse actualmente, como una condena.

Es sintomático y vergonzoso. Los argumentos utilizados para engañar y desinformar con respecto a aquella masacre son los mismos que utiliza el gobierno hoy para hablar de lo ocurrido en el sur. Pareciera que algunas partes de la novela ocurrieron ayer. Estamos viviendo un período similar al de Ravines. Hay mucha gente interesada en mentirnos, en minimizar los hechos. Yo pensé que esta iba a ser una novela histórica, pero terminó convirtiéndose en una novela costumbrista.

— ¿Qué te fascina de un personaje como Eudocio Ravines?

Se trata de un personaje inteligentísimo. Tenía una cultura enciclopédica. Hacía su tarea: se informaba, leía muchísimo. Era un extraordinario propagandista. No tenía escrúpulos de ningún tipo. Qué diferencia con la derecha actual, analfabeta funcional. Cuando él peleaba, argumentaba. Usaba su formación filosófica para destrozar a su oponente en un debate alturado. Eso ya no existe. Hay que reconocer que era valiente. Decía las cosas a la cara. Al mismo tiempo, es fascinante porque es un personaje que estaba en todas: fue comisario político de la Internacional Comunista; estuvo en la Rusia de las purgas estalinistas; participó en la intentona frustrada de la bahía de Cochinos, en Cuba.

— ¿Con una vida tan exagerada, quedan espacios para inventarle un ciclo de novelas?

Por el contrario: no hay mucha información sobre él. Hay documentos desclasificados, pero no son muchos. No hay muchas fuentes de información.

— Investigas la vida de Ravines desde hace 10 años. ¿Llega un momento en que el personaje puede incluso caerte simpático?

Más bien al revés. Me pareció fascinante apenas lo conocí y leí su libro de memorias. Descubres aspectos simpáticos, su sentido del humor es corrosivo y es feroz. Pero también te das cuenta de todas sus mentiras, gran parte de su vida es una construcción. Cuando abiertamente apoya a Pinochet y a Videla, cuando sale en contra de la revolución sandinista, te aseguro que no existe el más mínimo riesgo de que me caiga simpático. De verdad, conozco bien de qué pie cojea. Y conozco el grado de ficción y de verdad de lo que hace. Es un personaje lleno de mentiras y manipulaciones. Esa es su riqueza. Voy a tratar de presentar ese personaje con la mayor cantidad de facetas posibles.

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FICHA

“El camarada Jorge y el Dragón”.

Autor: Rafael Dumett

Editorial: Alfaguara

Páginas: 272

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Leyendas:

1. Tres novelas, una histórica, otra política y la última de espionaje, es el proyecto centrado en Eudocio Ravines que emprende el autor de “El espía del Inca”.

2. En setiembre de 1960, Eudocio Ravines (con maletín) sale protegido por la policía del edificio de Panamericana Televisión, tras una tensa entrevista con Alfonso Tealdo.

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