Enrique Planas

Una noticia para celebrarla con guitarra, requinto, maracas, trompeta y bongó. El anuncio llegó el pasado lunes 4 de diciembre desde Kasane, en el norte de Botsuana, pero los peruanos pusimos atención solo en el reconocimiento al cebiche como patrimonio inmaterial por parte del Comité Intergubernamental de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Sin embargo, nuestro plato de bandera comparte honores con el género musical latinoamericano más conocido del mundo: .

Música popular y discurso poético, una estructura inseparable de su letra. Frases como “Esta tarde vi llover”, “Solamente una vez”, “Tú me acostumbraste”, o “En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse” evocan la melodía y su discurso de amor. En todas sus líneas, se trata de una cartografía sentimental.

¿De dónde son los cantantes?

El Bolero tiene partida de nacimiento: el 26 de agosto de 1883, hace 140 años, el trovador y sastre cubano Pepe Sánchez puso letra y música a “Tristezas”, el primer suspiro del género: “Tristezas me dan tus quejas, mujer, profundo dolor que dudes de mí. No hay prueba de amor que deje entrever cuánto sufro y padezco por ti”. Fue Sánchez quien diseñó su estructura definitiva de dos cuartetas de metro y rima variable, 32 compases de tono menor, divididos en dos secciones de 16 y separados por un pasaje instrumental llamado pasacalle.

Con el tiempo el bolero conservó el tono, sacudiéndose de una estructura originaria derivada del decimonónico danzón cubano. En la isla conoció épocas doradas con músicos como Miguel Matamoros, quien se preguntaba de dónde son los cantantes en el clásico “Mamá son de la loma” o Ignacio Jacinto Villa Fernández, “Bola de Nieve”, aquél del recordado “Ay Mama Inés, todos los negros tomamos café”. Una frase tan inmortal como el “¡Maní, manisero, maní!” del villaclareño Antonio Machín, el bolerista cubano de mayor notoriedad fuera de la isla. “En Machín, voz grata, de ricas sonoridades, los géneros criollos hallan un intérprete concienzudo, sabe interpretar con igual fortuna una rumba trepidante o una canción llena de nostalgias” escribió sobre él su paisano don Alejo Carpentier.

Sumemos a la lista a Benny Moré, “el Bárbaro del Ritmo”, “Príncipe del Mambo” y “Sonero Mayor de Cuba”, recordado por reliquias como “Conocí la paz” o “Bonito y sabroso”, que actualizaría para oídos ‘millenials’ don Oscar de León; César Portillo de la Luz, el melancólico “Maestro del Feeling”, autor de “Contigo en la distancia” o doña Celia Cruz, guarachera de Cuba y reina de la salsa, quien en sus primeros años popularizó boleros tan memorables como “No me hables de amor”, “Vieja Luna” o “Cuando estoy contigo”.

En las primeras décadas del siglo XX el bolero fue adoptado por México, que lo enriqueció con un estilo propio. De tierra azteca provienen grandes ídolos como doña Consuelo Velázquez, célebre por su interpretación de “Bésame mucho”, el más internacional de los boleros, interpretado luego por Nat King Cole, Sinatra o los Beatles; el inmortal Agustín Lara, pianista prostibulario que dedicó bellísimos temas a cabareteras y prostitutas. Asimismo, nuestros padres y abuelos se juraron amor eterno bailando acunados por las voces de Lucho Gatica, del trío Los Panchos. de Roberto Ledesma, de Javier Solís, de Álvaro Carrillo, de Roberto Yanés o más cercano en el tiempo, del entrañable Armando Manzanero.

¿Es cubano o mexicano el bolero? Como explica Abel Páez, reconocido músico y profesor de la Universidad Católica, no es posible emitir un criterio único. Ambos países desempeñaron un papel significativo en la evolución y popularización del género. “Si bien Cuba es reconocida como la cuna del bolero, México ha desempeñado un papel crucial en su difusión y popularización, sin descuidar a Puerto Rico que también ha hecho grandes contribuciones”, afirma.

Coincidiendo con el colega, para el compositor Juan Luis Dammert, reciente autor del libro “Mapa de música”, el reconocimiento debe repartirse. “A estas alturas, el bolero es una cadena con eslabones en varios países. Alguna vez escuché decir a Manzanero que sus boleros estaban influenciados por la música cubana porque era lo que más se escuchaba en su Yucatán natal, entonces más cerca de Cuba que del resto de México”, afirma.

Bolero rojiblanco

El bolero le canta al amor, pero también al alcohol cuando se convierte en símbolo de salida, alivio amnésico o consecuencia sentimental para quien intenta olvidar amores contrariados. En nuestro país, es su versión cantinera la que más caló en nuestra sensibilidad. “El bolero peruano es Chalo Reyes, Pedrito Otiniano, Lucho Barrios, Iván Cruz y varios más que cantaban en locales en vivo”, recuerda Dammert. Por su parte, Páez añade que compositores y músicos criollos peruanos incorporaron elementos del bolero a su propio género para darle un estilo diferente. “El gran Óscar Avilés, figura central en la música criolla, llevo el bolero al ambiente de las peñas y tabernas peruanas. Sucedió lo mismo con Arturo “Zambo” Cavero, Cecilia Bracamonte o Eva Ayllón, que dentro de su quehacer criollo siempre brindaron un espacio al bolero. Asimismo, la influencia de orquestas como la Sonora Matancera contribuyó al bolero cantinero o ‘moruno’ como se le conoce en Cuba. Rolando la Serie, Orlando Contreras, Vicentico Valdez o Celio Gonzales trazaron un estilo que caló muy fuerte en cantantes como Iván Cruz, el Rey del bolero peruano”, afirma.

El bolero nunca muere

Según los expertos, el bolero se resiste a desaparecer porque cuenta, sobre todo, historias de vida: nos habla de amores (alcanzados, perdidos o no correspondidos), de celos, de traiciones y de incomprensiones. Habla del perdón y el castigo, del arrepentimiento y de la maldición. Como observa Dammert, aunque sus más grandes intérpretes ya no estén con nosotros, sus voces aún suenan radiantes e, incluso, mejor mezcladas. “Para mí, el bolero es parte del subconsciente, el soundtrack de mi pasado, música de fondo en varios escenarios: es la voz de Luis Alberto del Paraná sonando en los parlantes del mercado con la Sonora Matancera; el mundo de mis padres, de mis hermanos mayores, los bailes de pareja. Ahí estaba el bolero, en las cosas que decían esos cantantes, tan íntimas”, señala.

Para Páez, aunque no con la prominencia comercial de sus épocas doradas, el bolero siempre ha estado vigente, y más aún con el acceso al género que permiten las plataformas virtuales. “Actualmente artistas de jazz, pop o de música urbana incorporan elementos del bolero en sus composiciones. Hace poco, el joven compositor local Gonzalo Calmet lanzó una producción con temas propios titulada “Volvieron los boleros” y otra joven cantautora, Vania Bedoya, ha compuesto un bolero titulado “Si tú me quisieras”. Creo que el bolero nunca va a perder su vigencia. Es un género que siempre se ha adaptado muy bien a los tiempos modernos”, concluye.