Toda consulta popular encierra un deseo no declarado, pero muy vivo, para cualquier gobernante que la convoca: medir el respaldo ciudadano. Y si los resultados le sonríen, pues empezar a pensar en el paso que muchos políticos ya no esconden: seguir en el poder.

Ecuador acaba de votar. Le ha dicho que Sí al presidente Daniel Noboa en nueve preguntas y le ha dicho que No en solo dos. Nueve a dos. En un mes difícil, con una crisis energética severa y con la comunidad internacional condenando de manera unánime el asalto a la embajada mexicana en Quito para sacar por la fuerza al exvicepresidente Jorge Glas, el mandatario ecuatoriano se da prácticamente un baño de pueblo y ve su posición reforzada.

Noboa lleva solo cinco meses en el cargo y apenas le queda año y pico de mandato. Recordemos que llegó al Palacio de Carondelet solo para completar el período de Guillermo Lasso. Pero el jefe de Estado más joven en la historia de nuestro vecino del norte -recién cumplirá 37 a fines de este año- ya ha mostrado su intención de postular a la reelección en el 2025.

No es que haya sido muy sorpresivo el apoyo a las propuestas del oficialismo en el referéndum del último domingo. ¿Seguridad o economía? Sin desdeñar la importancia de cuidar el bolsillo de la gente, en un país donde las muertes violentas batieron récord en el 2023 y la tasa de asesinatos trepó a más de 40 por cada 100.000 habitantes, la puesta en vigor de medidas más drásticas contra la delincuencia siempre será aplaudida.

Entre las reformas de efecto inmediato aprobadas en el plebiscito destacan nítidamente dos: la que permite a las Fuerzas Armadas participar de manera permanente junto con la policía -y sin necesidad de estados de excepción- en las operaciones cotidianas contra el crimen organizado y la que da luz verde a la extradición de ecuatorianos requeridos por la justicia de otros países.

La militarización del país es tan real y palpable como el riesgo de que ello pueda derivar hacia un régimen autoritario. Pero como nos dijo el sociólogo ecuatoriano Julio Echeverría, “es un riesgo que la sociedad ecuatoriana está dispuesta a recorrer porque el otro camino sería el del entendimiento con las fuerzas del narcotráfico y de la delincuencia organizada”.

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