Enrique Planas

Entrevisto a un pintor. Disperso, divertido, brillante. Habla apurado, riéndose de sí mismo. Marcel Velaochaga ha inaugurado una imprescindible retrospectiva y, a propósito, hablamos de su proceso de trabajo. Se titula “Singles, Covers y Remixes”, porque algo de su forma de pensar la pintura coincide con la de hacer música: creando, recreando, remezclando. El artista, conocido por pintar grandes collages y citar célebres referentes de nuestra pintura histórica o de la fotografía periodística, me dice que todas las imágenes están en su cabeza, acumuladas esperando el momento. El “Pizarro” de Daniel Hernández, “Los funerales de Atahualpa” de Luis Montero, hasta “Los Simpson” de Matt Groening. Algunas figuras, confiesa, se olvidan. Pero la mayoría están a la espera de su turno.

No sorprende entonces que al centro de la galería se levante, como instalación totémica, un archivador de acero. Se trata de un objeto, pero también simboliza un espacio. De niño, recuerda el pintor, acompañaba a su padre en sus gestiones en las oficinas estatales, y allí encontraba esos aparatos grises y cúbicos, destacando en la lúgubre decoración burocrática. Visitando ministerios descubrió que toda memoria se archiva, como dictamina cualquier decreto de Estado en su última y elocuente línea: “Cúmplase, regístrese, comuníquese, publíquese y archívese”. Sucedía igual en el colegio nacional donde terminó su secundaria, donde el archivador parecía presidir cualquier acto educativo. Toda una adolescencia metida en cada una de sus gavetas. Incluso lo extraordinario, aquello difícil de clasificar, tenía la X como consonante depósito.

Desde hacía años, Velaochaga buscaba un archivador para convertirlo en una instalación artística. Era una empresa difícil: por lo general, las oficinas públicas los desechan cuando ya se encuentran en muy mal estado, y los recicladores los despedazan para recuperar el metal. Sin embargo, pudo encontrar uno. No podía ser mejor. De estándar color gris, llevaba aún el sello de Minero-Perú, la desaparecida institución pública dedicada a la comercialización de los minerales. Un clásico producto de la ineficiencia estatal.

En la conversación, apelando a la metáfora del artista con la cabeza repleta de imágenes, le pregunto si el archivador resulta también un elemento autorreferencial, una forma de verse a sí mismo. Él recién parece advertirlo. Me dice que envidia a la gente organizada, que usa agendas o libretas de apuntes. Él no puede. Se confiesa incapaz de apuntar sus ideas. Por años, su forma de trabajo se ha basado en almacenar imágenes, reorganizarlas en su mente y soltarlas cambiando su sentido. Pero que, en efecto, tanto en los ministerios, la escuela o en el archivador de su cabeza la información se traspapela al caer al fondo o al deslizarse detrás de las placas de acero. El olvido es ese funcionario incapaz de encontrar un expediente.

Enrique Planas Redactor de Luces y TV+