En la lucha contra el machismo, una hija es sobre todo una aliada, por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
En la lucha contra el machismo, una hija es sobre todo una aliada, por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
Patricia del Río

Hay luchas que resultan agotadoras porque el objetivo parece tan inalcanzable que provoca tirar la toalla. Hay luchas que uno emprende en vida y sabe que morirá sin ver la solución, porque el cambio implica romper con esquemas demasiado arraigados en la sociedad. Hay luchas que resultan ineludibles, porque sabemos que, si abandonamos hoy, el futuro será un espantoso lugar para nuestros hijos.

La lucha contra el es una de ellas. Esta no es una guerra de hombres contra . Tampoco es un movimiento que pretende ventilar a todos los acosadores del mundo para vengarse de ellos. El combate contra el machismo busca transformar la manera como se han relacionado hombres y mujeres a lo largo de siglos. Tiene la difícil tarea de cuestionar y revertir la forma como los seres humanos nos hemos organizado en lo social, lo familiar, lo económico y en prácticamente cada ámbito de nuestras vidas.

Hacerle ver a un hombre o a una mujer que el mundo tal cual lo concebían ya no da para más despierta muchas pasiones. Y no puede ser de otra manera.

¿Cómo se avanza entonces? Hay quienes asumen posturas extremas para que gracias a la polémica el tema esté siempre en agenda. Están quienes buscan cambios a través de leyes. Otros trabajan con las nuevas generaciones. Hay marchas alharaquientas, trabajo silencioso, emprendedurismos contagiosos, campañas originales, pero lo que está clarísimo es que ya no hay espacio para el silencio y el conformismo.

El martes 27 de agosto el abogado Adolfo Bazán, que ha sido acusado por varias mujeres (por lo menos cuatro) de haberlas dopado, haberlas tocado sin su consentimiento e incluso haberlas violado, intentó salir del país, debido a que no pesaba sobre él ningún impedimento de salida. Llegó tan campante al aeropuerto Jorge Chávez y se paseó como cualquier pasajero. Pero ocurrió algo que una mente machista como la suya ni siquiera había considerado: la sociedad entera lo repudió. Los pasajeros le tomaron fotos, lo denunciaron a los medios de comunicación, lo mantuvieron vigilado. Las autoridades de Migraciones exigieron a la justicia que diera la medida correspondiente para que no fugara. Las líneas aéreas advirtieron que se reservaban el derecho de embarcarlo en uno de sus vuelos. La vergüenza fue tal que el otrora machito Bazán terminó escondido en el baño del aeropuerto sin cara para enfrentar el rechazo ciudadano.

Finalmente, la orden de impedimento del país llegó a Migraciones y Bazán no pudo fugar. Y de pronto ese cansancio que trae esta lucha, esa derrota que sentimos ante cada feminicidio, ese agotamiento que nos invade cuando escuchamos a algún fanático pedir que las mujeres se vistan con falda rosa, vio por un minuto la luz. Y nos dio fuerza para confiar en que, aunque sea de a pocos y lentamente, las cosas van cambiando, que ya no hay marcha atrás. El machismo y la bestialidad están perdiendo terreno y en un futuro, no muy lejano, se quedarán encerrados para siempre en un fétido baño.