Rodrigo Cruz

El 23 de mayo ocurrió una de las peores masacres en décadas en el corazón del Vraem. Los detalles del caso siguen bajo investigación. Testimonios recogidos tras matanza reflejan la violencia que se vivió.


Rodrigo Cruz

Poco antes de las diez de la noche del pasado 23 de mayo, Judith Atao, vecina desde los 10 años de San Miguel del Ene, capital del , estaba terminando de ver el debate de equipos técnicos de los candidatos a la presidencia mientras hacía dormir a sus hijos. En la otra cuadra, Alejandro Atao, alcalde del distrito, empezaba a alistarse para meterse a la cama luego de haber asistido a un velorio. Mientras tanto, en la ciudad de Ayacucho, un técnico necropsiador que, por seguridad, pide que solo lo llamemos ‘Martín’, compartía las últimas horas del domingo con su familia.

Diez minutos después, a Judith le pareció escuchar que sonaban cohetes a la vuelta de su domicilio y salió a la puerta para ver lo que pasaba. En paralelo, la hija del alcalde se acercó para despertarlo asustada porque había escuchado a alguien decir que estaban atacando a la población. Con incredulidad, el alcalde se despertó y decidió salir a averiguar. Ese domingo, el alumbrado eléctrico de San Miguel del Ene estaba fallando y cuando los vecinos salieron a la plaza, lo que vieron fue a los del comité de autodefensa (CAD) correr con sus armas con dirección a la colina.

Desde los megáfonos, los del CAD advirtieron que se había desatado una balacera en dos ‘cuchipampas’ (cantinas donde se ejerce la prostitución) divididas por el riachuelo Chimpinchariato, muy cerca del pueblo. Cuando un grupo de vecinos, entre ellos el alcalde y Judith, intentaron acercarse, el sonido de una explosión los hizo retroceder. Los del CAD, que portaban linternas, fueron los primeros en llegar a la macabra escena: un grupo de personas habían sido acribilladas y sus cadáveres estaban regados en el suelo de tierra entre las mesas y las botellas de cerveza. Otros tantos estaban carbonizados.

¿Quiénes fueron los autores de ese horrendo crimen en un pueblo que no había visto algo parecido en sus treinta años de existencia en el corazón del Vraem?

El lunes por la tarde, el técnico necropsiador había recibido una alerta en su trabajo. Debía trasladarse con urgencia a la fiscalía de Pichari con tres médicos, dos técnicos, un biólogo y un odontólogo. Por el número de personal convocado (normalmente va un equipo reducido a esa ciudad del Cusco porque no cuentan con personal para realizar necropsias), Martín supo que se trataba de algo grande. Buscó en Internet y entendió lo que estaba sucediendo. A las 5 de la mañana del martes, dos camionetas del Ministerio Público llevaron a los peritos de Ayacucho hasta esa localidad. Un viaje aproximado de cuatro horas y media sin interrupciones.

Horas antes, el alcalde de San Miguel del Ene junto al juez de Paz, Leonidas Casas, se acercaron al Ministerio Público de Pichari para contar lo que había pasado y para pedir que los ayudasen a levantar los cuerpos. Previamente, habían acudido a la comisaría de Natividad para hacer la denuncia. En un inicio, pensaban pedir auxilio a la fiscalía de Satipo, pero por la distancia (más de cuatro horas de viaje) les fue imposible hacerlo.

La única evidencia que presentaron las autoridades locales sobre la posible autoría de la masacre fueron unos panfletos que estaban tirados en la escena del crimen. El juez de paz fue quien tomó las fotografías con su celular para mostrarlas en la comisaría. Estos escritos estaban firmados por el Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP) y, entre otras cosas, condenaban la existencia de los ‘cuchipampas’. Lo extraño, sin embargo, fue que cuando regresaron con el fiscal para recoger los cuerpos, estos panfletos ya no estaban. ¿Quién los retiró del lugar? El alcalde no encuentra una respuesta.

Mientras esto ocurría, las imágenes de la matanza, junto a la denuncia en la comisaría de Natividad, se habían viralizado en las redes sociales. Al poco tiempo, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas informaba, sin dar mayores detalles, que los remanentes de Sendero Luminoso en el Vraem, hoy agrupados en el MPCP, habían sido los responsables de esas muertes. La Dirección contra el Terrorismo de la PNP (Dircote) dijo que sus investigaciones señalaban al terrorista ‘Carlos’ como el principal culpable.

En sus 16 años como necropsiador, ‘Martín’ no había visto algo parecido. Analizó los cadáveres de seis víctimas, algunos de ellos tenían balas en la cabeza y el tórax, y concluyó que todos murieron únicamente por arma de fuego.

Los miembros de los CAD fueron los primeros en llegar a la escena del crimen y alertar a la población sobre lo sucedido.
Los miembros de los CAD fueron los primeros en llegar a la escena del crimen y alertar a la población sobre lo sucedido.
Las fuerzas del orden llegaron a San Miguel del Ene luego de tres días de la masacre para constatar las condiciones de seguridad.
Las fuerzas del orden llegaron a San Miguel del Ene luego de tres días de la masacre para constatar las condiciones de seguridad.

Una de las sobrevivientes de la matanza conversó brevemente con este Diario y contó que esa noche vio a cuatro hombres armados que, sin ninguna razón aparente, empezaron a disparar por todas partes. Una de las balas le cayó en la pierna, pero logró escapar y ponerse a salvo.

Los vecinos de San Miguel del Ene no están convencidos sobre quiénes fueron los asesinos. De hecho, el juez de paz dijo, al día siguiente de su denuncia, que él no estaba seguro de que una columna del MPCP había cometido el crimen. ¿Quién fue, entonces? El juez prefiere no adelantarse.

La comunidad sabe que viven en una zona donde pululan los narcoterroristas. Pero eso no ha impedido que tengan una vida tranquila. Por eso, prefieren decir que no saben quiénes fueron los autores. Además, su desconfianza aumenta al constatar que a la fecha ningún grupo de forenses de la fiscalía ha ido para analizar la escena del crimen, lugar que los propios miembros del CAD acordonaron pero siguen ingresando personas ajenas a la investigación. El miércoles pasado, cuando un grupo de las fuerzas armadas llegó para constatar las condiciones de seguridad y encontraron casquillos de bala en el lugar de la matanza.

Mientras tanto, el necropsiador, nos dice, que ya entregó su informe a la fiscalía sobre la razón de las muertes. El alcalde señala que su principal preocupación al inicio fue la de levantar los cuerpos y entregarlos a los familiares, y ahora espera que la investigación fiscal esclarezca lo sucedido. Judith, en tanto, cuenta que en estos días ha sentido miedo de que una noche cualquiera vuelva a ocurrir esa pesadilla que tiene a su pueblo aún paralizado.

La señora Angélica Lapa, vecina de San Miguel del Ene, no se separó durante el velatorio del ataúd de su hijo Luis Fernando, quien murió en la masacre.
La señora Angélica Lapa, vecina de San Miguel del Ene, no se separó durante el velatorio del ataúd de su hijo Luis Fernando, quien murió en la masacre.
Vista nocturna del pueblo San Miguel del Ene. Para llegar allí, hay que cruzar el Río Ene.
Vista nocturna del pueblo San Miguel del Ene. Para llegar allí, hay que cruzar el Río Ene.
Créditos
TEXTO / Rodrigo Cruz. FOTOS / Alessandro Currarino. VIDEO / Antonio Álvarez.
EC suscripciones
Periodismo independiente y veraz, todos los días.
Suscríbete desde S/ 5 por el primer mes
Plan Digital
VER OFERTAS